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ARCHERION IV.
Paisajes Emergentes

ARCHERION: APUNTES SOBRE UNA IMAGEN EXPANDIDA

Jacob Bañuelos

Con más de  100,000 fotos en el archivo fotográfico de mi computadora, descubro con asombro que son archivos tomados del 2010 al 2016 y que la cifra va en aumento cada día. Todos los archivos son fotos tomadas con el celular, con un Iphone 4, 5 y 6.

 

Al parece el efecto expansivo de la fotografía causado por la matriz tecnológica amalgamada en el celular, produce a su vez otros efectos de expansión tecnológica, en la reproducción de dispositivos en serie y al infinito, la expansión en el número de fotografías que es posible tomar, la expansión narrativa que esto permite aunada a las posibilidades expansivas al sumar las fotos a apps de tratamiento de expresión como filtros de retoque y medios como el sonido, el texto escrito, la imagen en movimiento y las posibilidades de convergencia e interacción social de la web y las redes sociales y visuales, más las posibilidades conversacionales, en una especie de expansión tecno-socioconversacional visual.

 

De esta manera, el celular con cámara+Internet+redes sociales+geolocalización+realidad aumentada+apps+giroscopio, permite realizar tres tipo de expansiones de la imagen fotográfica:

 

  • La expansión tecnológica de dispositivos (hardware) de producción y soporte, conectados entre sí

  • La expansión narrativa (cualitativa) que permite repetir o ampliar el discurso de las imágenes, ya sea mediante la captura incesante, el tratamiento mediante filtros y mediante la socialización de las imágenes en un sitio web o una red social con todas las potencialidades conversacionales, transmediales que esto implica, y

  • La expansión cuantitativa, literalmente el crecimiento exponencial numérico del número de fotos capturadas y socializadas

 

Dentro de la expansión narrativa y cuantitativa, observo en mi arsenal fotográfico la constante de la repetición obsesiva y compulsiva, la obsesión de capturar una y otra y otra vez la misma escena, objeto o sujeto de formas casi idénticas o similares, en una suerte de compulsión por la perfección o por la aniquilación fotográfica del objeto.

 

Hasta hoy que reviso esta metralla fotográfica que tiene mi archivo, veo con claridad que el celular me ha permitido y quizás obligado a tomar una y otra y otra vez la misma escena, a veces en número ilimitado, exhaustivo, nunca es suficiente una foto ni dos, sino siete, veinte o más. Otras cámaras me obligan a ser más limitado, el celular y su ergonomía piscotecnológica me convierte en un fotógrafo ávido, sediento, ilimitado, que busca la perfección pero no solo la perfección sino quizás también saciar el hambre de imágenes, un hambre convulsiva similar a la de un vampiro visual.

 

El celular (o smartphone), abre la puerta a una nueva dimensión expansiva de la imagen fotográfica, inaugura un paradigma visual tecnológico y cultural que invade todo rincón del planeta digital. El celular realiza una expansión tecnológica, mediática, discursiva y narrativa de las potencialidades que ya existían en el adn de la fotografía desde su origen: la memoria, la imagen como vínculo social e histórico, el valor emocional y biográfico de la imagen y las posibilidades de expansión narrativa en la lectura de las imágenes ya sea por su contexto o por el paso del tiempo y las atribuciones polisémicas de sentido a las que se puede ver sujeta.

 

Incluso la expansión propiamente tecnológica, el nomadismo de dispositivos de producción y soportes fotográficos ha sido una constante histórica de la fotografía a lo largo del tiempo. Todo lo anterior es una herencia genética que recibe la fotografía móvil desde la primera imagen de Niepce hasta el último dispositivo móvil.

 

 Como apunta Gene Youngblood (2012) citado por Emilio Bernini al referirse al cine experimental, y que podemos equiparar con la experiencia fotográfica:

 

            … el cine (la fotografía) se expande hacia esos nuevos medios, continúa en ellos la ampliación de la conciencia, y a la vez también es la transformación de la conciencia por medio de esa “red de medios”. Se trata de un doble progreso o de un progreso que se retroalimenta ya que la conciencia se amplia por los medios tecnológicos, que solo el presente científico hace posibles, porque constituyen una “extensión sensorial” del cuerpo; y a su vez, esos mismos medios producen en imágenes esa expansión y no hacen más que extenderla (Bernini, en Youngblood, 2012, p. 23)[1].

 

La fotografía expandida al igual que el cine expandido, parafraseando a Youngblood (2012) no es sólo una película, una imagen fija, aislada, “es un proceso de transformación , el viaje histórico en curso del hombre para manifestar su conciencia fuera de su mente y frente a sus ojos” (Youngblood, 2012, p. 23).

 

El archivo (archerion) en el contexto de la imagen expandida adquiere nuevas dimensiones, formas, prácticas y destinos. Y la revisión casi inagotable del archivo expandido se erige como una especie de monolito visual compuesto por miles de imágenes células, átomos. Algunas características del archivo expandido son:

 

  • Habita en una memoria local o en una nube ocupando cada vez más espacio

  • Es virtual, inestable en el tiempo y potencialmente puede desaparecer

  • Su gestión, administración y conservación es compleja y requiere actualización permanente

  • Sigue la lógica de la "duplicación" de la realidad impulsada tecnológica y culturalmente desde el Renacimiento hasta la fotografía móvil

  • Está indexado y contiene metadatos susceptibles de ser analizados más allá de la propia imagen

  • Es susceptible de convertirse en obra y puede cobrar sentido más allá de permanecer en una memoria

  • Tiene un discurso implícito y por lo tanto da lugar a una estética del archivo expandido

 

De esta forma, en esta especie de traslación que la filosofía griega previó al describir el eidolon, identificamos estas cualidades expansivas de la imagen y el archivo fotográfico que atraviesa su arco histórico hasta llegar a la trama digital conversacional y móvil, la imagen, en esta especie de doble fantasmal de la forma que vuela para trasladarse a otra parte, para impregnarse en algún otro sentido y viajar en alguna otra forma de habitáculo tecnológico o mental, en esa especie de entidad visual que atraviesa a otra dimensión, convertida en un ser que aparece y sigue su viaje expansivo a través del tiempo-espacio.

 

 

[1] El paréntesis es nuestro.

© 2021 Jacob Bañuelos

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